EL MALABARISTA Y SU NOVIA

El espectáculo debería empezar con el número de los malabares. Maria salió de la cabina de la boleteria, se apoyó en las muletas y se encaminó hacia los camerinos para despertar a su novio, el malabarista argentino. La gente estaba aburrida y algunos se habían pasado de las galerías a los palcos de la primera fila del escenario. Varios niños lloraban porque estaban asustados.

Néstor se despertó de mala gana y se engalanó con el traje blanco escarlata que era el propicio para la función. Aun no estaba totalmente recuperado de la caída que ocho meses atrás había tenido, mientras trabajaba en el trapecio a veinte metros de altura con la bicicleta, junto a Maria.

Cuando la gente lo vio, se animó un poco. Néstor tomó primero las ocho pelotitas e hizo malabares tan ágilmente que la gente aplaudía emocionada. Después, mientras sonaban los tambores, cogió los cuchillos y poco a poco los lanzaba al madero, en donde Maria, de pie junto a las muletas, esperaba como todas las noches, que fallara para no seguir sufriendo como una invalida desamparada.

José Ñique-Lima-Perú